miércoles, 2 de julio de 2014

Sexta condena por mala praxis médica a un oftalmólogo que sigue ejerciendo en Madrid

 

Día 11/06/2014

Louis Outeiriño tiene que pagar 57.800 euros a su última víctima, un joven que quedó tuerto.

 Adrián Pérez tiene 25 años. Es entrenador de fútbol y se gana la vida como jardinero. Desde 2005 no veía absolutamente nada por su ojo derecho, y desde 2010 ni siquiera lo tiene: tuvieron que extirpárselo y sustituirlo por una prótesis. Ahora acaba de conseguir que los tribunales condenen al conocido oftalmólogo que lo operó media docena de veces durante diez años, Luis Outeriño, propietario del Hospital de Día Pío XII de Madrid. Tiene que indemnizarlo con 57.753,72 euros porque la sentencia del Juzgado de Primera Instancia número 88 de Madrid ya es firme (el médico no ha recurrido). 

El joven Adrián es al menos el sexto paciente que tras perder la visión consigue una condena por mala praxis médica al oftalmólogo, que continúa ejerciendo. El calvario de este madrileño comenzó cuando solo tenía tres años de edad. Torcía mucho la vista y en el ambulatorio recomendaron a sus padres que lo llevaran a la clínica privada del doctor Outeiriño.
 El niño padecía una catarata congénita, por lo que fue intervenido el 7 de abril de 1992. Algo salió mal y Adrián volvió a ser operado otras cinco veces. «No os preocupéis, que está en mis manos», les decía Outeiriño a sus padres, a quien no les cobró las operaciones posteriores «porque debió ver que lo había hecho mal», dice Adrián a ABC. Según acredita la sentencia, el médico en ningún momento informó de los riesgos que corría el niño, tantos que terminó tuerto. «Me han sacado un ojo por el que nunca más volveré a ver y eso no hay dinero que lo pague», añade.

 «Mientras mis amigos se iban de fiesta yo estaba de operaciones y el tiempo no lo vuelves a recuperar nunca: estudios, oportunidades en la vida... Me han echado de dos trabajos por las continuas bajas que me tenía que coger», se lamenta Adrián. Decidió acudir a los tribunales en 2010, cuando otro oftalmólogo le dijo que le tenían que extirpar el ojo. «Me puse a investigar y vi que había mucha más gente en la misma situación que yo con el mismo médico». Desde entonces ha gastado unos 30.000 euros en abogados, peritos y operaciones.

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