“He tenido que recorrer todo mi barrio para conseguir los
medicamentos que necesito. Parezco una yonqui buscando un chute”.
A
Charo Martínez, de 65 años, le trasplantaron el riñón hace un año y
medio. Para que su cuerpo no rechace el órgano, necesita fármacos
inmunodepresores, pero cada vez tiene más problemas para conseguirlos.
La situación de urgencia le obligó la semana pasada a recurrir a su
médico en el hospital Vall d’Hebron de Barcelona para pedirle la
medicación, aunque son las farmacias las que deben dispensarla. Llevaba
semanas tomando las pastillas que le cedió una amiga trasplantada que
tenía de sobra. Como ella, un creciente número de pacientes se topa con
dificultades en Cataluña para acceder a unos medicamentos que son
vitales para su salud.
Las personas trasplantadas necesitan tomar estos fármacos de forma
continuada para prevenir un rechazo del órgano. Son medicamentos caros:
los más utilizados rondan los 200 euros.
La crisis económica y la mala
situación de muchas farmacias —sometidas a repetidos impagos por parte
de la Generalitat desde 2012— ha originado la falta de fármacos en
almacén, de forma que los pacientes deben ir pidiéndolos a medida que
los necesitan. Las boticas, a su vez, los solicitan a los mayoristas,
que previamente los compran a los laboratorios.
Pero los desajustes en este circuito llevan a algunos enfermos a
deambular de farmacia en farmacia buscando su medicina. Algunos acaban
recurriendo a su médico para que se los dispense. Las asociaciones de
pacientes se han quejado al consejero de Salud catalán, Boi Ruiz, en una
reunión mantenida hace dos semanas. “Cada vez es más habitual que las
farmacias no dispongan de los medicamentos”, explica Antoni Tombas,
presidente de la Asociación de Enfermos de Riñón (ADER).
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