A la psiquiatría hace tiempo que se le ve el plumero. Son tantas las
enfermedades y trastornos que se describen en sus manuales que hoy en
día lo raro es no tener nada. Después de hacer saltar las alarmas
al incluir las rabietas en el último Manual de Pediatría DSM (la biblia
de los psiquiatras) y después de ver como el gobierno estadounidense
declara en un informe que 1 de cada 5 niños tiene un trastorno de la
salud mental, cifras que parecen un insulto al sentido común de la
población, porque es imposible que tantos niños estén mentalmente
enfermos, aparecen unas declaraciones de Leon Eisenberg, el psiquiatra
que “descubrió” el TDAH, que no dejan indiferente a nadie que viva o
trabaje con niños.
El semanario alemán Der Spiegel, en
un artículo en que ponía en relieve el aumento de enfermedades mentales
en la población alemana, explicó que Eisenberg dijo, siete meses antes
de morir, cuando contaba ya con 87 años, que “el TDAH es un ejemplo de
enfermedad ficticia”.
Los inicios del TDAH
Los primeros
intentos por tratar de explicar que había niños con TDAH sucedieron en
1935. Por aquellos tiempos, los médicos habían tratado por primera vez a
niños de primaria con un carácter inquieto y con dificultad para
concentrarse en lo que se les pedía, bajo el diagnóstico de síndrome
post-encefálico. Fue un intento que no cuajó porque claro, la mayoría de
esos niños nunca habían tenido encefalitis.
En los años sesenta
apareció el protagonista de nuestra historia, Leon Eisenberg, quien
volvió a hablar de dicha enfermedad, pero esta vez con otro
nombre, “reacción hipercinética de la infancia”. Bajo dicho diagnóstico
pudo tratar a alumnos difíciles, probando diferentes psicofármacos con
ellos. Empezó con dextroanfetamina y luego utilizó el metilfenidato,
droga con la que consiguió su objetivo y que hoy en día prevalece como
tratamiento de elección: los niños enérgicos se transformaban en niños
dóciles.
En el año 1968 se incluyó la “reacción hipercinética de
la infancia” en el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM) y desde
entonces forma parte de dicho manual, sólo que ahora recibe el conocido
nombre de Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
El logro de Eisenberg y sus colaboradores fue conseguir que la gente
creyera que el TDAH tiene causas genéticas, que es una enfermedad con la
que se nace. Él mismo dijo, junto con las palabras en que decía que era
una enfermedad inventada, que la idea de que un niño
tenga TDAH (entendemos que la idea de que un niño sea muy movido y sea
un alumno problemático) desde el nacimientoestaba sobrevalorada. Sin
embargo, al conseguir que esto calara en la población y en los padres,
el sentimiento de culpa desaparece, los padres se sienten aliviados
porque el niño ha nacido así y el tratamiento es menos cuestionable. En
1993 se vendieron en las farmacias alemanas 34 kg de metilfenidato. En
el año 2011 se vendieron 1.760 kg.
El conocido psiquiatra, que
llegó a hacerse cargo de la gestión del servicio de psiquiatría en el
prestigioso Hospital General de Massachusetts en Boston, donde fue
reconocido como uno de los más famosos profesionales de la neurología y
de la psiquiatría del mundo, decidió confesar la verdadmeses antes de
morir afectado de un cáncer de próstata, añadiendo que lo que debería
hacer un psiquiatra infantil es tratar de determinar las razones
psicosociales que pueden producir problemas de conducta. Ver si hay
problemas con los padres, si hay discusiones en la familia, si los
padres están juntos o separados, si hay problemas con la escuela, si al
niño le cuesta adaptarse, por qué le cuesta, etc. A todo esto añadió
que, lógicamente, esto lleva un tiempo, un trabajo y acompañado de un
suspiro concluyó: “prescribir una pastilla contra el TDAH es mucho más
rápido” (a lo que yo añadiría “y mucho más ventajoso para el negocio de
la psiquiatría”).
El negocio de la psiquiatría
Como he dicho al principio de la
entrada parece que la psiquiatría es un monstruo capaz de llevarse
cualquier cosa por delante, con un hambre voraz, que no se detiene y
que hará todo lo posible por tratar de conseguir que toda persona sana
acabe tomando una u otra medicación para tratar su (no) enfermedad. Se
les ve el plumero, y una prueba más de ello es que ya existe la próxima
enfermedad que será difundida por toda la infancia: el trastorno bipolar
o enfermedad maníaco-depresiva.
Hasta los años noventa era una
afección desconocida en los niños. Ahora ya es uno de los diagnósticos
más frecuentes en psiquiatría infantil, hasta el punto que las visitas
por este trastorno se han multiplicado por 40 en menos de diez años,
siendo muchos de los “enfermos” niños de dos y tres años.
Uno de
los responsables de la llegada del trastorno bipolar a EE.UU. es el
psiquiatra Joseph Biederman, que lleva años haciendo estudios y
conferencias sobre el tema y que recibió 1,6 millones de dólares entre
el año 2000 y el 2007, procedentes de las farmacéuticas que fabricaron
los medicamentos para dicho trastorno, al parecer para dedicarlos a
seguir investigando la enfermedad.
Pero esto no es todo. Para
conocer el alcance real del negocio de la psiquiatría, para ver hasta
qué punto se inventan las enfermedades para luego poder dar los fármacos
que ya existen, un estudio realizado por la psicóloga estadounidense
Lisa Cosgrove reveló que, de los 170 miembros del grupo de trabajo
del DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales),
es decir, los que hacen el manual de psiquiatría de referencia
mundial, 95 (el 56%) tenía una o más relaciones financieras con las
empresas de la Industria Farmacéutica.
¿Existe el TDAH?
Yo
no sé si existe o no existe (y eso que el que la inventó dice que no),
ni tampoco me toca a mí responder a esta pregunta, sin embargo estoy
seguro de que son muchos los niños diagnosticados cuyo único pecado ha
sido ser demasiado movidos, o ser demasiado insistentes a la hora de
demandar de sus padres un poco más de atención. Ya hace más de dos años
os ofrecí dos entradasen las que explicaba cómo se diagnostica el TDAH,
para que vierais que no existe ninguna prueba diagnóstica de ningún tipo
que determine que un niño tiene el mencionado trastorno. Todo se hace
en base a la observación y en base al cumplimiento o no de unos
criterios o parámetros que los niños normales deben hacer.
Ahora
bien, ¿qué es ser normal? Krishnamurti dijo que “no es signo de buena
salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”, así
que quién sabe, quizás los niños que se rebelan ante el intento de
domesticarles, aquellos que no soportan estar sentados escuchando cosas
que no les interesan, aquellos que preferirían poder decidir qué hacer
en sus vidas en todo momento, aquellos que quieren probarlo todo y no
dejarse nada, quizás sean al fin y al cabo los más cuerdos.
No
digo que ninguno de estos niños no tengan nada. No digo que no necesiten
ayuda, porque es muy probable que muchos de ellos tengan muchos
problemas, pero nunca he creído en la existencia de un trastorno que
afecte al 10% de los niños y mucho menos he creído en la cura milagrosa
del metilfenidato, porque si bien los niños cambian su
comportamiento, los problemas que hicieron que el niño funcionara de un
modo no aceptado siguen ahí.
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